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Desarrollo pionero de una bomba de carbono oceánica para conocer las variaciones de biomasa de zooplancton

Dentro del proyecto RESCOAST, en la actividad 2.1.2. Desarrollo de herramientas de análisis meteorológico y oceanográfico para zonas costeras (Canarias, Senegal y Mauritania), cuyo objetivo es incrementar la información disponible y herramientas necesarias para la gestión de riesgos y establecimiento de sistemas de alerta frente a los efectos del Cambio Climático en zonas costeras, el IOCAG de la ULPGC, socio del proyecto, trabaja en el desarrollo pionero de una bomba de carbono oceánica que permita conocer las variaciones de biomasa de zooplancton a largo plazo.

Por Santiago Hernández-León, Catedrático de Zoología del Instituto de Oceanografía y Cambio Global (IOCAG) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), Unidad asociada al CSIC.

El carbono orgánico producido por la fotosíntesis a partir del CO2 en la zona iluminada del océano que no llega a ser consumido, se sedimenta y exporta hacia la llamada zona mesopelágica (entre 200 y 1000 m de profundidad) donde permanece durante décadas, mientras que el carbono que sedimenta hacia el océano profundo, por debajo de 1000 m de profundidad, permanecerá secuestrado durante cientos de años. Ya el petróleo habrá sido consumido o desterrado de nuestra economía cuando lentamente vuelva a la atmósfera. El mecanismo de transporte es la denominada bomba biológica oceánica.

Además del carbono que sedimenta de forma pasiva, por gravedad, también transportan carbono los organismos que realizan migraciones verticales. Se alimentan por la noche en las capas superficiales del océano y se refugian en la oscuridad de las profundidades durante el día (por debajo de los 200 m). Éstos son principalmente crustáceos, peces y cefalópodos, que se alimentan en los primeros metros del océano y transportan el carbono ingerido hacia la zona profunda donde lo respiran, excretan, egestan o son comidos por otros depredadores, promoviendo el denominado flujo activo. Si bien conocemos la vacuna para el evitar el cambio climático (principalmente las energías renovables), estos flujos representan un “anti-viral” propio de la biosfera para retirar el CO2 de la atmósfera.

Figura 1. Intensidad acústica (en dB) obtenida durante la Expedición de Circunnavegación Malaspina en el afloramiento ecuatorial del Océano Atlántico.

 

Nuestro grupo ha estudiado este mecanismo de exportación y secuestro de carbono desde el Ártico a la Antártida y en todos los océanos del planeta. El muestreo de las profundidades del océano con redes para capturar crustáceos (desde un milímetro hasta varios centímetros), peces, y cefalópodos es difícil y costoso. Sin embargo, recientemente hemos utilizado un sistema acústico para obtener información de estos organismos hasta los 4000 m de profundidad, y hemos observado una alta biomasa en las zonas más productivas del planeta por debajo de los 1000 m de profundidad (Figura 1), que se manifiesta por un aumento de la señal acústica.

De esta forma, el carbono secuestrado va a quedar retenido durante siglos en esas profundidades. También hemos encontrado una relación estrecha entre la producción primaria en las capas superficiales iluminadas y estos flujos, tanto pasivos como activos. Este aumento de la productividad primaria conduce a una mayor biomasa en las zonas profundas del océano fomentando el secuestro de carbono a través de los animales que se alimentan en las capas superficiales para luego migrar verticalmente y ser depredados por animales que migran desde capas aún más profundas. El papel importante de la fauna migrante para reducir el carbono atmosférico sugiere que podrían ayudar a mitigar el cambio climático al aumentar la productividad del océano y promover una mayor abundancia de estos animales pelágicos.